Emilio
Prieto III
Entre la galería Frontera de la calle Moreto, 10
—tras el Museo del Prado—, y la galería Altex de la calle Almagro,
27, habrá una distancia de unos dos kilómetros y medio… Como los cálculos
son míos, serán naturalmente erróneos… Dos kilómetros de humanidad
urbana, de tráfico y de contaminación. Allí, en Altex, y aquí, en
Frontera, está la pintura de Emilio Prieto. Es algo así como una
exposición abierta en dos salas. Pero es una exposición absolutamente
identificada «ideológicamente». Lo que Emilio nos quiere decir es el
objeto —o los objetos— de su pintura, presionados por el vacío. Aquí
y allí nos quiere decir eso. Por eso, al caminar desde una de las caras
de esa exposicón hasta la otra, uno no tiene más remedio que hacer
abstracción de todo lo que llena la ciudad entre una y otra. Y no sé si
llega a conseguirlo, pero el hecho es que, después de haber visto la
primera, la segunda de las exposiciones no contradice en nada la que
acabamos de ver. Por si acaso yo hablaré de las dos exposiciones en su
conjunto, porque las he visto una después de la otra y así, como una
sola, las recuerdo. En realidad se trata de una sola exposición con dos
caras.
En otro tiempo —o en otra circunstancia— se
hubiera hablado mucho de «el espacio» o de problemas espaciales, en
relación con la pintura de Emilio Prieto. Porque, en efecto, el artista
ejerce muy enérgicamente una estética personal, que consiste en situar
en un lugar cualquiera de su cuadro el objeto o los objetos figurados —y
figurativos— que pinta y en abandonar con toda deliberación cualquier
otro objeto o escena ambiental de su entorno posible…
No quiero hablar ahora de «el espacio» (que sí,
que es una palabra que podría salir a relucir con toda legalidad a propósito
de la pintura de Emilio Prieto), porque el «espacio» es una palabra que
de momento quiero reservarla para el vacío problematizado y
conceptualizado a través de mentes geométricas.
Aunque, verdaderamente, sí, por mucho que yo
quiera reservarme, hay mucho problematismo espacial en esa actitud de
Emilio Prieto respecto al vacío que pinta…
¿Qué pinta? ¿Pero es que el vacío «se pinta»,
según el tratamiento de Prieto, que normalmente no lo trata pictóricamente,
sino que lo deja entregado en sus aire de blanco natural? Pues sí, se
pinta; es decir, Emilio Prieto lo pinta. Pinta al vacío al pintar su
negativo, el objeto de que se trate, el cual queda, de esa manera,
indeleblemente señalado por el vacío que le acompaña. He ahí, pues,
una pintura para la que también se podría restaurar la palabra de «pintura
metafísica», aunque no tenga nada que ver con aquélla pintura italiana
que ya conocemos. Porque es una pintura acompañada de lo que no es, de lo
que no está, del vacío.
Del vacío. Y de tal manera es eso así, de tal
manera lo inexistente existe en la pintura de Emilio Prieto, que los
objetos que figuran en ella tienen como la presión del vacío envolvente,
como si se tratase de la presión de la ocupación. Y hasta tal punto
protagoniza el vacío a esa pintura, que donde quiera que aparece en ella
lo que no es el vacío, los objetos, ellos están allí para enfatizar lo
contrario de sí mismos: los objetos de Emilio Prieto son como los
negativos del vacío.
He ido de una galería a la otra, de Frontera a
Altex por una ciudad carente de vacíos. Todo está lleno. Entre ambos
oasis de la barbarie de la ciudad, vamos a tener que inventarnos un vacío
al revés, un vacío lleno de gente que no nos importa… No: eso sería
mentira. Toda la gente importa. Pido perdón por esa salida de tono que,
además, no es lo mío.
Ahora, cuando estoy terminando esta croniquilla,
estoy pensando cómo la ilustraré. Pues la pintura de Emilio Prieto es
tan «metafísica» tan «metafísica», que apenas puede darnos un
suspirillo en la reproducción.
José María Moreno Galván
TRIUNFO. Madrid. Noviembre, 1977
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